lunes, 23 de noviembre de 2009

Acecho entre pinchos











La temporada pasada ha sido una de las más nefastas que yo recuerde. Si tenemos en cuenta la crisis que desde el pasado año nos está sacudiendo con ganas y a ello le añadimos los problemas de rodilla (artrosis incipiente en rodilla y tobillo izquierdos) que vengo padeciendo desde el verano del 2008, mi "calentura" por el corzo sufrió un enfriamiento importante, llegué a pensar que nunca volvería a salir tras esos maravillosos animales. Como consecuencia pasaba los días con un cierto desánimo que me hacía ver muy oscuro el panorama. Cuando Manolo se puso en contacto conmigo para concretar fechas de caza para esta temporada, con harta pena y dolor le tuve que contar mi padecer y que de momento no iba a poder acudir a la cita, que no tenía nada claro y que no sabía cuando estaría en disposición de intentar cazar.



Dado que los primeros días son los más propicios para intentar abatir los mejores ejemplares, esos que luego, a lo largo de la temporada, no conseguimos volver a encontrar y que ahora con la frescura de los días y la tranquilidad del campo suelen estar algo más relajados y con la guardia más descuidada, y siendo lógicamente el interés de Manolo el cobrar un mínimo de estos buenos trofeos, entendí perfectamente que, buscando cubrir sus objetivos, contactara con J y con P para intentar cazar lo que yo no podía. Hubo suerte, ¡mucha suerte! y ambos lograron hacerse con buenos trofeos en los primeros días de caza. Concretamente J abatió un ejemplar increíble: lo mejor que se ha cobrado en el coto. Era, supongo yo, el famoso corzo que solía ver Manolo alguna vez, no muchas por cierto, cuando paseaba por el campo en compañía de Marian, su esposa. La verdad es que era un ejemplar único, que colmaría la ilusión de cualquier cazador, y que por esas cosas de la caza le correspondió al que estuvo en el lugar y en el momento oportunos.



Mientras tanto yo seguía con los tratamientos para la artrosis que poco a poco daban sus frutos, fui recuperando la rodilla y la ilusión, hasta el punto que a finales del mes de julio me sentí animado a intentarlo de nuevo y me puse en contacto con Manolo.




Quedamos en probar suerte el día 27 de julio. Acudí con Chechu a la cita habitual y a media tarde nos juntamos con el buen amigo Manolo. Hace una tarde calurosa, así que no tenemos mucha prisa. El aire no está muy allá para intentarlo en la charca por lo que decidimos como primera opción un campo de girasoles que parece ser está siendo vsitados regularmente por un bonito corzo. No obstante Manolo tiene localizados algunos buenos ejemplares en diferentes zonas del coto.



Sobre las siete y media empezamos a entrar en terrenos del coto y nada más hacerlo empezamos a ver corzos. Justo a la entrada nos tropezamos con una pareja y el macho apunta buenas formas. Están un poco lejos y decidimos acercarnos con el coche para juzgarlo con claridad. Se va moviendo poco a poco hasta que se mete en el bosque y lo perdemos de vista. Seguimos nuestro camino y al poco rato, dando un rodeo, creemos volverlo a ver.



Iniciamos el rececho hacia la zona donde suponemos se encuentra y llega un momento en que decidimos parar pues el no dar con él nos hace pensar que está tumbado. En esta época del año, al encontrarse en periodo de celo, los machos sufren un buen desgaste y no paran de tumbarse y levantarse haciendo por momentos que parezca que se han esfumado. Nos quedamos apostados detrás de un matorral y nos ponemos a escudriñar con los prismáticos tratando de localizar al macho. Vemos una hembra y al cabo de cierto tiempo vemos un macho tumbado a la orilla de una mata. Preparo el rifle en el trípode y lo puedo observar detenidamente a través de los diez aumentos del visor. No es el que buscamos, se trata de otro ejemplar más joven y con un trofeo en consonancia con la edad. No es lo que nos interesa y al estar posicionado entre el que buscamos y nosotros no nos deja seguir avanzando, por lo que decidimos retirarnos discretamente y seguir con nuestra búsqueda.



Siguiendo la ruta prevista bajamos el vallejo que corre paralelo al monte de la charca, cuando al final del valle nos sorprende la silueta de otro ejemplar. Parece bonito, cosa que confirmamos a través del telescopio. Es un buen elemento que bien merece una entrada. En cuanto nos movemos lo hace el también, tapándose entre los matorrales de un arroyo. Esperamos verlo aparecer por el otro lado, pero pasan los minutos y no vemos nada. Decidimos avanzar un poco y casi inmediatamente vemos el color rojizo de su pelo entre las matas. Me mejoro un poco y lo puedo ver asomar al final del arroyo. Tengo el rifle a punto y lo meto con facilidad en la mira. Me extraña que siendo un buen ejemplar me dé facilidades. Cuando se para y me enseña el costado, acaricio el gatillo y, al disparo, cae como una pelota. Ha sido fácil, demasiado fácil, cuando llegamos a él ¡Sorpresa! No era el que habíamos visto, es un ejemplar joven, bonito y con seis puntas, pero joven, nada del otro mundo, no lo que queríamos, nos hemos equivocado. Supongo que el que vimos antes meterse en los matorrales ha espantado a este y al moverse nos ha aparecido haciéndonos creer que se trataba del mismo ejemplar. Craso error que nos ha llevado a equivocarnos.




El día sigue avanzando y si queremos llegar a tiempo, antes que anochezca, de ver algún buen ejemplar, deberemos darnos prisa, así que casi sin parar, preparamos el animal abatido y lo dejamos señalizado para recogerlo a la vuelta. La verdad es que estamos viendo muchos corzos, y machos, y bastante decentes, así que con la ilusión intacta nos encaminamos hacia otra zona que esperamos nos ofrezca la presencia de un buen ejemplar que tiene localizado Manolo.



Cuando llegamos al sitio, un valle que estaba sembrado y donde todas las tardes había un buen macho con un par de hembras, nos encontramos con que la siembra acaba de ser cosechada, lo que nos hace suponer que el corzo se habrá movido a otros lares y nos quedaremos con las ganas. No obstante, por si las moscas, decidimos revisar todo el valle. Lo que suponíamos, no vemos nada de nada. El sol empieza a ocultarse por el horizonte, debemos movernos de prisa porque en menos de una hora será de noche. Salimos del valle y seguimos carrileando.



Cuando volvemos al páramo y nos dirigimos a la zona anterior, a lo lejos, en un rastrojo veo unos puntitos que parecen corzos. Paramos el coche y con el Spoting confirmamos que se trata de corzos, un macho y dos hembras, a más de un kilómetro de nosotros. Están comiendo tranquilos, pero sin dejar de moverse. Nos acercamos un poco para poder juzgar al macho y vemos que es un buen ejemplar. En el momento en que se tapan en una pequeña vaguada, Manolo y yo empezamos el rececho. Chechu se queda en el coche y podrá seguir todo el proceso.



Al llegar a la zona donde suponemos que están nos asomamos con infinitas precauciones y una vez más parece que se los ha comido la tierra. No vemos ni rastro. De cualquier manera me parece que hemos avanzado demasiado, quizás nos los hemos dejado atrás, así que mientras damos vueltas controlando todo el terreno, yo no quito los ojos de donde, me da la impresión, deberían encontrarse. De pronto los veo, están como unos trescientos metros atrás. Manolo también los ve y nos pegamos al suelo. Tenemos el aire bien y por una vez los animales no nos han localizado. A ello ayuda, además del aire, la luz que ha bajado muchísimo. Estudiamos la estrategia. El terreno es una paramera con apenas cuatro matojos y el resto ofrece muy pocos lugares, por no decir ninguno donde ocultarnos. A lo lejos, hacia donde ramonean los corzos, se aprecia un montoncito de piedras que sujetan una tablilla de coto. Decidimos arrastrarnos hacia ellas y creemos que desde allí estaremos a tiro. El avance en estas condiciones es penoso. El suelo está alfombrado de cardos y otras plantas espinosas provistas de multitud de pinchos que nos taladran la ropa y se nos clavan inmisericordes en la carne. Vamos ganado terreno metro a metro y perdiendo luz por momentos. Cuando al fin llegamos donde queríamos asomamos la cabeza con lentitud para tratar de localizar la situación del macho. Está tumbado, cerca pero tumbado. Con mucho cuidado y a cámara lenta voy tomando postura, preparo el trípode, coloco el rifle y a esperar. Las hembras siguen alimentándose a cierta distancia del macho pero tampoco nos han visto ni olido. Pasan los minutos, el sol ha desaparecido tras el horizonte y el cielo refleja su resplandor bajando poco a poco la intensidad de la luz. Cuando el macho se levanta estoy preparado y casi automáticamente llevo la cruz hacia su flanco, cuando juzgo que lo tengo seguro suena el disparo. Oigo claramente el impacto del proyectil en el corzo y tras un breve trotecillo se derrumba el magnífico animal. Son las diez menos cuarto y el cielo nos obsequia con una increíble paleta de colores del anochecer que hacen de telón de fondo para las fotos que inmortalizarán a este magnífico ejemplar de Corzo.































De nuevo en la brecha

Es curioso pero casi me había olvidado del blog, ¡de mi blog!, había creado un blog y casi a la vez lo había abandonado. ¡Qué tremendo error! Lo siento en el alma, por Serbal, por mí y por los posibles lectores que no habrán entendido nada.


La realidad es que cuando barajé la idea de crear un blog, empecé inmediatamente a escribir, sin tener muy claro como organizarme, que ritmo seguir..., con lo que escribí cuatro letras como prueba y casi sin darme cuenta lo dejé colgado. Lo siento, sobre todo al pensar lo que me hubiera gustado, al volver a retomar el tema, encontrarme con un blog dinámico, por mi parte, y no una bitácora muerta, con dos chascarrillos huerfanos de padre, colgados como quien se ha perdido en un páramo y no sabe que pinta en él.


Pido disculpas, a no sé muy bien quien, creo que realmente me pido perdón a mi mismo por ser tan, tan... no sé ni como llamarme. Bueno, me disculpo y retomo el asunto.


Estamos en otoño, época que para los que cazan pluma y caza mayor en batidas supone un momento álgido en su actividad. Para los que como yo nos dedicamos casi en exclusiva a trastear por el campo detrás de los corzos estamos en un momento de tranquilidad, de recuerdos, y de lecturas. Y los que además somos como se dice jóvenes de "espíritu", que ya no de edad, nos hacemos con los años algo así como los abuelos cebolletas y estamos dándoles vueltas a nuestras historias de antes. "Recuerdo que cuando yo tenía..." No quiero caer en esas disquisiciones, y aunque contaré aventuras de hace años, las iré intercalando entre las más recientes. Así que creo que lo mejor será comenzar por lo acaecido en esta última campaña corcera. Vamos a ello.









miércoles, 4 de julio de 2007

Un Corzo al anochecer

Mientras paso unos días en mi retiro de verano, asomado a la atalaya de la plaza de Villarcayo, no puedo por menos que rememorar el último lance de hace un par de semanas...

"Era un miércoles a la tarde, salimos de Bilbao con tiempo suficiente para tomar un café en casa de Julito. Todavía me quemaba el fallo estrepitoso del corzo de la semana anterior y sabía que tendría que soportar las chanzas de alguno a cuenta de ello y cuanto antes superara las malas vibraciones del fallo mejor para todos. Por si acaso había decidido cambiar de rifle y volver al mono tiro, con el que me sentía más seguro en esos momentos. Ya estaba olvidado el fallo con ese rifle del corzazo de Soria, y estaba convencido que de repetirse la situación no podría fallar de nuevo. En cualquier caso es imprescindible poner el otro rifle a tiro para tenerlo en perfectas condiciones en caso de necesidad, teniendo muy en cuenta que la ventaja de la mira, más luminosa y con más aumentos, así como el disparador con "pelo" lo hace muy interesante de utilizar según en que ocasiones.
A eso de las 8 de la tarde ya nos encaminábamos hacia el monte. El tiempo, que al salir de Bilbao era bastante decente con sol y alguna nube, aquí cerca de la sierra, era otra historia. Amenazaba lluvia y las cumbres lucían unas boinas de niebla agarrada como cualquier tarde de invierno. No hacía frío pero la humedad era patente. Intentamos subir hacia lo alto de la sierra pero cuando dimos cara a los primeros repechos desistimos a la vista del panorama. La niebla estaba muy baja y no tenía pinta de cambiar. Tras una corta deliberación decidimos intentarlo por las campas de las zonas llanas.
Dejamos el coche en una entrada de la carretera y con los pertrechos al hombro iniciamos la aproximación a un rincón que hace unos años me proporcionó un jabalí en una espera de corzo. En aquella ocasión también tuve en la mira un corzo bonito, que se salvó porque me pareció que apuntaba buenas maneras y era interesante ver su evolución en futuras campañas. El caso es que en la zona que íbamos a cazar había motivos más que suficientes para llevarnos alguna alegría.
Llegamos poco a poco a dar vista sobre el lugar en concreto que creíamos más propicio. Un valle donde confluyen dos laderitas que bajan del robledal, con arbustos y espinos en el centro. El tiempo se metió en agua y empieza un manso lloviznar que me hace proteger con las tapas el visor del rifle. Sin apenas movernos inspeccionamos minuciosamente la zona, detrás de cualquier matojo puede haber un corzo, y el aire, el poco que hay, está perfecto, lo tenemos en la cara.
Pronto vemos algo que se mueve entre los matorrales, una sombra rojiza cruza y se tapa. Nos agachamos y esperamos. Al poco rato podemos ver un animal; es un corzo y gracias al spoting apreciamos que se trata de un ejemplar joven, no es lo que buscamos.
Siguiendo con nuestra detallada revisión del entorno, vemos que hay otro ejemplar a lo lejos, en la zona alta, al borde del bosque. Este sí parece algo mas interesante. El alarga vistas nos confirma que es un individuo macho y adulto. seis puntas bien definidas y bonito. El problema es que está lejos, y entre el y nosotros está el jovenzuelo que nos puede delatar si intentamos acercarnos demasiado.
Decidimos aproximarnos algo y esperar, pues parece que por el camino que sigue en su ramonear, además de por lo que ha hecho en otras ocasiones que se le ha visto, lo lógico es que venga hacia nosotros. Hay una pequeña loma entre la ladera donde está el corzo y el lugar desde donde nosotros lo controlamos, lo normal sería acercarnos aprovechando la lomita y ganarle metros. El problema es que lo perderemos de vista unos momentos y, ya se sabe, puede que desaparezca y no lo volvamos a localizar. De todas maneras no nos queda otra alternativa así que, con sumo cuidado y sin olvidarnos del ejemplar intermedio, iniciamos la aproximación.
Cuando llegamos al sitio que hemos decidido para esperar, solo vemos al joven que se dirige tranquilamente hacia lo alto de la ladera, pero del otro ni rastro. Por un momento creemos distinguirlo detrás de unos robles, a unos doscientos metros, pero es una falsa alarma, se trata de unas ramas secas que, con su tonos rojizos nos han engañado. Teóricamente, por el camino que llevaba la última vez que lo vimos, debería estar tras un pequeño arbolado que tenemos enfrente, como a unos 100 ó 150 metros.
--Ojo-me comenta Julito- lo mismo puede aparecer por lo alto que presentarse ahí mismo a menos de 50 metros.
Por si acaso me preparo, apoyo el rifle en una roca que tengo delante y compruebo que llego bien a los dos sitios. Ha parado de llover, el corzo joven ha desaparecido hacia el bosque de lo alto y del nuestro no tenemos noticias. No dejamos de mirar y remirar las posibles vías de salida que puede tomar, si realmente está ahí todavía.
De pronto Julito me toca el brazo. ¡Ahí está!, surgido como por arte de magia, lo veo comiendo tranquilo de los zarzales que hay a la salida del bosque. Calculo que me separan unos 100 m. Me echo el rifle a la cara y lo meto en el visor. Veo que mantengo bien parada la cruz, Julito me avisa que probablemente se acercará más pero yo no espero y suavemente acaricio el gatillo hasta que me sorprende el disparo. Pierdo de vista al corzo y cuando me vuelvo interrogante, veo las caras sonrientes de Chechu y Julito. A quedado planchado, parece que al tiro ha dado un pequeño paso hacia adelante pero el efecto ha sido fulminante. Nos abrazamos eufóricos y vamos hacia el lugar donde esperamos encontrar nuestra pieza.
Efectivamente, en el mismo sitio donde pensábamos, está inmóvil; el impacto ha sido un codillo un poco alto, la bala del 243 ha hecho su labor, el animal no ha sufrido y practicamente no se ha enterado. Es un corzo precioso, seis puntas simétricas, gruesas y que, en caso de homologación, probablemente llegaría a bronce.
El rifle y yo cumplimos con los buenos y cosechamos un nuevo triunfo que sirve para quitar dramatismo a fracasos recientes.
...el recordar estos lances me hace sentir la necesidad de volver al campo así que, se muevan o no se muevan, la semana que viene vuelvo a la labor, espero que Chechu ya esté aquí para acompañarme y volveremos a recorrer los barrancos en busca de ese corzo soñado...




lunes, 2 de julio de 2007

Los Corzos tapados ...

Llevo casi dos semanas sin cazar. Las noticias que me llegan no me animan, los corzos siguen sin moverse fuera del bosque. La luna, el clima... cuando no es una cosa es otra. El año pasado por estas fechas ya teníamos una sequía importante y los corzos no se movían. Este año al revés, hay agua por todos los sitios, y comida en abundancia, los corzos tampoco se mueven, hay tanta comida dentro del bosque que no necesitan exponerse en las campas. La luna tampoco ayuda, habrá que esperar que se "apague" para poder volver a verlos con asiduidad.

Desde Soria no llegan mejores noticias, tampoco se mueven los corzos, y como el agua abunda no son factibles las esperas al agua, como años pasados. Habrá que esperar que el celo llegue a su plenitud para intentarlo. De todas formas la semana que viene haré una escapadita a Burgos primero, y después me iré en plan familiar hacia lo de Soria, intentaré compaginar todo, corzos, cangrejos y familia. Veremos lo que pasa.

Intento hablar con Julito para saber como ha ido la salida de ayer a la noche y la de esta mañana, pero debe estar por el monte todavía. O igual está negociando lo del corzo perdido. Parece ser que un corzo herido por Ignacio, apareció en la orilla del río, un ciclista que paró a refrescarse lo debió encontrar y hay problemas para recuperarlo.

Empezando

Despues de ver, leer y quedar impresionado por el blog de un amigo, no puedo aguantarme y voy a intentar crear uno.

La idea es tener un lugar donde dejar mis relatos, mis cuentos, mis pequeñas aventuras detras de la caza, principalmente detras de los corzos y ocasionalmente de los jabalís.


He cazado desde muy joven, caza menor cuando todavía era divertido y bonito, y ahora cuando los años ya me pesan y las piernas no me permiten moverme con agilidad detras de las perdices, he cambiado la escopeta por el rifle y las perdices por los corzos.


Procuro escribir mis vivencias, y así poder recordar, que al fin y al cabo es revivir, los momentos tan especiales que paso en el campo, en los montes y en los prados aguardando o acechando animales, viviendo con intensidad la naturaleza que me rodea y el acto sublime de la caza que colma de satisfacción mi espíritu.

A ello me pongo y veremos como sale